domingo, febrero 22, 2009

Affair con mi propia depresión.

«El camino hacia la autoestima de Christian Duque como en su primerísimo comienzo no ha cambiado en términos generales, pero él aún dependía de las impresiones de otras personas. De alguna manera, él disfrutaba todos los problemas, lo que podría conducirnos al masoquismo. De acuerdo a las pistas que deja, y las fechas, podemos inferir la identidad de el supuesto amor de Duque (...) finalmente, le tomará un largo tiempo a Duque para aprender a vivir sin la presencia de [la Depresión]. Y por fuera de toda duda, la relación entre [la Depresión] y Duque fue definitiva para ambos, y aún es el más grande logro para los dos» 

Me sueño llegando tarde a la noche del trabajo, busco escapar y me encierro en una habitación oscura y triste para entregarme a la lujuria con mi propia crisis mental, que años tras años ha permanecido allí, devota y sumisa, pero con el carácter suficiente como para reclamarme cuando le olvido. Yo le he correspondido de cierta manera, y años seguidos ha estado a mi lado, por lo menos una vez al mes, y nos hemos encontrado alejados de todos y le he entregado mi ser. Nos hemos prometido no abandonarnos jamás, después de que todos mis seres queridos mueran en mi tranquilidad, partiré para las Bahamas con ella, después para otro lugar del mundo. No niego que busco logros profesionales o académicos, pero la tengo a ella, al final de los días la veré como me ve, y me veré a mí tal figura crapulente, y los años vividos serán una tibia brisa de guyana.

Nadamos hacia abajo, la luz del sol se dispersa en las honduras, ella y yo, como pares, nadamos entre el suave ruido de mariscos desconocidos. Podríamos tener nuestra propia gran barrera de arrecifes, a nadie le importa. No seré nada especial. Volaré. Haré algo medianamente decente y huiré con ella, que merece lo más de mí, porque cada vez me entregó todo de su ser y con dulzura le traté y más galantería de la que comunmente se espera de mí.

No englutí piezas de oro por su garganta, me hubiera dicho que eso no soy yo, que el amor no se compra y que me estoy poniendo un precio basado en supuestos falsos. Que aún no me conozco y que la razón por la cual resulto desesperante es de mi conocimiento, si bien no la alcance a admitir, pero que conozco mejor que cualquier otra cosa. Ella nunca se contradice. Yo me contradigo todo el tiempo. No le interesa. Tampoco me facilita las cosas, lo cual es más que encantador.

Igual me atrapa por el cuello y se apodera de mí, nada me deja tendido como el cansancio que es capaz de inyectarme, casi nunca sin un motivo. Por su propia iniciativa me ha traído sorpresas de hermosísima fatalidad para mi carrera y mis seres queridos, porque sabe que su trabajo es sacarme, sacarme de aquí. Sacarme de esta línea sin área o volumen que pasa por el ojal de la rutina y por parte de manos divinas ayuda a bordar el arandel de un mantel suntuoso e inconmensurable.

«Aunque él no llega a darse cuenta, ha reconocido quién es realmente importante en su vida. La situación que le explica a [la depresión] no es para recibir algún consejo, sino para que regrese. Esas líneas de hecho funcionaron (...) No podemos precisar con certeza si él se refiere a [la depresión] o a aquella otra chica cuando dice: "...ninguno de nosotros está ganando"».

Hasta la fecha nadie ha soportado tal relación. Así es como deben ser los finales, por definición: en el último momento. Inesperados.

«Una última cosa: La declaración de dependencia total afecta negativamente y con la misma profundidad tanto a Duque como a [la depresión]. Creo que es todo».